MARY O. HARGREEVS

 MARY O. HARGREEVS



Era increíble, no tengo palabras para describirlo. Un gigante que flotaba delante de mí en aquel muelle. A pesar de ser solo una simple sirvienta del RMS Titanic​​, me encanto poder ser parte del viaje en el trasatlántico. Alrededor mío la mayoría de gente era de alta clase, con grandes vestidos y peinados estrambóticos. Los caballeros por su parte lucían elegantes trajes que se engalanaban con los buenos modales que conservaban. Por otro lado, estábamos yo y las demás personas que servían a los pasajeros del Titanic, gente con ropa sencilla y poca carga pero de gran corazón.
A la hora de embarcar subimos nosotros primero para que cuando lleguen los demás pasajeros encuentren todo en orden e impecable. Me indicaron donde iba a ser mi cuarto para que deje mi maleta. Yo pensaba que iba a tener un cuarto para mi sola, pero no, me tocaba compartir cuarto con dos muchachones y una dama. Pense que iba a descansar en mi litera al llegar, sin embargo, solo me dio tiempo para dejar mis cosas en el cuarto pues faltaban minutos para que los pasajeros ingresaran. Pertenecía al equipo de limpieza en el que tambien estaban mis compañeros de habitación. Edgar era un joven alto, de tez pálida pero no sonreía mucho, Frank era de color moreno, bajito, con una gran personalidad que irradiaba a todos los que lo veían, Elizabeth era una muchacha de gran belleza de color canela, con un gran pelo rizado y blancos dientes que lucían como perlas.
Juntos hicimos una gran amistad en el corto tiempo que nos conocimos, siempre íbamos juntos a todas las partes que nos dijeran, éramos como un súper equipo, el súper equipo de la limpieza. Frank que era muy divertido nos dijo que en la noche mientras paseaba por los pasillos del barco había “tomado prestado” dos botellas de un whisky finísimo del camarote de unos señores de alta alcurnia, que se habían tenido que ir corriendo porque la prometida de uno de ellos estaba siendo supuestamente acosada por un muchacho en la proa del barco. Aprovechó la confusión, entró al camarote y la trajo a la habitación. Los cuatro nos embriagamos y nos pusimos a bailar y a cantar, puedo decir que fue una noche maravillosa.
Nos levantamos y teníamos una gran jaqueca debido al trago, pero nuestra labor era primero. El jefe nos envió a limpiar un cuarto, sin embargo, solo fui yo, el resto se quedó terminando de limpiar la cocina. Cuando llegue era una hermosa habitación pero estaba toda destruida como si un huracán se hubiera cruzado con un terremoto. Logre terminar de limpiar todo eso yo sola, eso si después de tres horas seguidas. Cuando salí del lugar, estaba cansada, lo único que quería era descansar, al cruzar el pasillo pude observar a un joven y a una dama escupiendo hacia el mar, la juventud de hoy en día no tiene buenos modales.
Esa misma noche, Elizabeth nos dijo que el cocinero le había dicho que habría una gran fiesta. Entre los cuatro hicimos toda nuestra parte de la limpieza muy rápido para poder ir a la fiesta. Yo limpiaba los muebles junto a Elizabeth, mientras que Edgar y Frank acomodaban las sillas y mesas. Logramos limpiar todo muy rápido, así que decidimos pedirle permiso al jefe para poder salir más temprano a lo que le jefe de mala manera accedió. Nosotros corrimos a nuestro cuarto a cambiarnos y prepararnos para la gran fiesta. Elizabeth fue con un gran vestido rojo que marcaba su silueta cual princesa en un castillo, Frank y Edgar decidieron combinar su ropa, llevaban un pantalón negro, una camisa blanca y un chaleco gris, lucían muy guapos también. Yo por otra parte soy una señora de 35 que no me servía de nada ponerme bellos vestidos pues tengo mal cuerpo, y que más espero después de haber dar a luz a cinco hijos. Ya estábamos todos preparados para la fiesta, con buena ropa y perfume, nos sentíamos como grandes marqueses en nuestro propio trasatlántico.
Ya en la fiesta nos hicimos amigos rápidamente de otro grupo igual de divertido, estábamos bailando, cantando y riendo. De pronto entro una señorita muy fina y elegante, todos nos quedamos viéndola, estaba junto a un muchacho apuesto, pero se veía que no era de su clase. Ella se paró junto a él en medio de la fiesta y bailaron de manera divertida y elegante. Yo estaba estupefacta viéndola cuando de pronto recibí un codazo de un señor que me tumbó y me dejó con un pitido en el oído derecho. Cuando Elizabeth me levanto la muchacha con el joven ya se habían ido, pero nosotros seguimos la fiesta. 
Ya ebrios empezamos a contar sobre nuestra vida, Elizabeth nos contó que había sido liberada de las manos de un señor que la tenía de esclava pues sus padres se la habían vendido. Edgar nos dijo con lágrimas que él era huérfano y en su orfanato lo trataban mal, así que cuando cumplió los 15 años se fugó de allí y empezó a vivir de lo que le ofrecía la gente o de lo que robaba. Frank nos dijo que el trabajó desde muy pequeño para mantener a su familia, pero el año pasado falleció su madre con una rara enfermedad y no tenía a nadie. Yo les conté que tuve mis cinco hijos y lucho a diario por darles lo mejor.
De pronto escuchamos un estruendo que nos sacudió el cuerpo e incluso dejamos de estar ebrios, tras el estruendo se escucharon grandes explosiones como de ventanas rompiéndose. Un hombre grito que escapáramos pues el barco se estaba hundiendo. Al grito del señor, todos empezamos a correr desesperados, agarré de la mano a Elizabeth para no separarnos, pero no pude ver que paso con los muchachos. Todo era un caos, nos empujaban, nos pisaban y nos golpeaban. En medio de esa muchedumbre estábamos yo y Elizabeth, cogí fuerzas y empecé a empujar a todos los que se cruzaran en mi camino. Logramos cruzar la muchedumbre pero descubrimos que había una puerta cerrada a propósito por los guardias de seguridad para que nadie saliera y se salven solo los ricachones.
Quisimos derribar la puerta pero nos estaban apuntando con armas de fuego, hasta que de un golpe en la cabeza se desmayaron. Nuestros héroes fueron Edgar y Frank, abrieron la puerta y nos tomaron de la mano para llevarnos a la salida. Todo iba bien hasta que escuchamos un disparo, de pronto Edgar me soltó la mano, lo mire a los ojos, con su mirada me señalo su pecho donde pude ver el balazo del disparo, eran los guardias que habían noqueado. Lo quise salvar, pero él me soltó y me dijo que me fuera, no tuve opción nos estaban disparando. Corrimos pero los pasillos estaban inundados. A nuestra derecha había un ascensor vacío pero los guardias nos iban a alcanzar. Frank nos tomó muy fuerte del brazo a mí y a Elizabeth haciendo de barrera para que los guardias no nos persigan. Logramos subir pero pudimos escuchar como mataban a nuestro amigo y entre lágrimas nos abrazamos. 
Ya arriba todo estaba hecho un caos también, se escuchaban gritos y disparos. Pudimos visualizar los botes salvavidas, corrimos hacia ellos pero no nos dejaban cruzar. Elizabeth al recordarse de mis hijos me dijo con lágrimas en sus ojos y con la voz entre cortada- Yo moriré, pero tú debes de criar a tus hijos sanos y fuertes, pero sobre todo respetuoso- se abalanzo sobre el guardia de los botes y aproveche la confusión para subirme. Pude ver a la chica elegante de la fiesta, nos miramos a los ojos pero después vio a su chico en el barco y de un momento a otro se lanzó para poder ir a sus brazos. Elizabeth al ver que quedaba un lugar, quiso aprovecharlo y lanzarse, yo le gritaba que no lo hiciera por su bien. La chica hermosa de tez morena cayo desde lo alto del barco golpeándose la cabeza con el borde del vote. 
No podía creerlo el gran “Titanic” estaba hundiéndose justo delante mí, recordé todos los momentos junto a mis amigos y comencé a llorar. La ayuda no llego hasta después de mucho tiempo. Ahora no sé qué hacer o como regresar a mi casa, lo único que sé es que tres grandes héroe salvaron mi vida. 

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