MARY O. HARGREEVS
MARY O. HARGREEVS Era increíble, no tengo palabras para describirlo. Un gigante que flotaba delante de mí en aquel muelle. A pesar de ser solo una simple sirvienta del RMS Titanic, me encanto poder ser parte del viaje en el trasatlántico. Alrededor mío la mayoría de gente era de alta clase, con grandes vestidos y peinados estrambóticos. Los caballeros por su parte lucían elegantes trajes que se engalanaban con los buenos modales que conservaban. Por otro lado, estábamos yo y las demás personas que servían a los pasajeros del Titanic, gente con ropa sencilla y poca carga pero de gran corazón. A la hora de embarcar subimos nosotros primero para que cuando lleguen los demás pasajeros encuentren todo en orden e impecable. Me indicaron donde iba a ser mi cuarto para que deje mi maleta. Yo pensaba que iba a tener un cuarto para mi sola, pero no, me tocaba compartir cuarto con dos muchachones y una dama. Pense que iba a descansar en mi litera al llegar, sin embargo, solo me dio tiempo para